"" el ojo heterotópico: octubre 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

El instante blanco de Bernardí Roig que toma el Museo




Inquietantes figuras jugando al Golem curioso dentro del Museo. Que el artista las llame Último sueño, Ejercicios de perplejidad, Antón-Frozen o Ejercicios para tener dos ombligos no son sino ocurrencias. ¿Nombres que se inventan paralelamente a la obra? Siempre me he preguntado si una escultura es posterior a la idea nítida, al concepto, a la palabra...O algo que emerge de otro mundo y luego los mecenas, críticos, historiadores del arte y los mismos creadores justifican otorgando nombres por imperativo del guión. Lo único obvio es que una obra procede de la materia y del vacío. Van adquiriendo forma cuando la luz  -¿el instante blanco?-  del artista chispea.

Hasta el 12 de Enero de 2014 puede disfrutarse este diálogo travieso entre las obras de Bernardí Roig y las esculturas y espacios del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Como dice su directora, María Bolaños: "Instante blanco, de Bernardí Roig, es un proyecto concebido expresamente por el artista que ocupa y redefine los espacios del museo con diez esculturas blancas. El objetivo es establecer un diálogo con las diferentes estancias que contienen los fondos del museo en el Colegio de San Gregorio y en la Casa del Sol, a fin de crear una nueva mirada sobre las obras que alberga. Se trata, por tanto, de una intervención en los márgenes, de un susurro que dinamita la idea del museo como mero almacén de objetos ubicados y percibidos cronológicamente. El trabajo de Bernardí Roig ha estado siempre vinculado a la poética de los espacios, estableciendo un tenso diálogo con la memoria de las imágenes. La luz actúa como metáfora de esa memoria. Sus solitarias esculturas blancas extraídas del calco de personas reales suponen una reflexión sobre la figura humana como última y solitaria presencia."












miércoles, 9 de octubre de 2013

Haz y envés del hombre blanco






Bernardí Roig denomina a esta figura Prácticas para chupar el mundo. Las figuras de Roig invitan a circundarlas y en ese giro acabas formando parte de la estatua. Sus escorzos son también tus retorcimientos, tu clamor, tu búsqueda de ubicación imposible. Una estatua, como un hombre, es un ser demediado. Se pueden exagerar sus angustias o recrear un anhelado sentido de la felicidad, pero siempre resultan falsas. Pero el artista las crea para que el espectador se aproxime, no para distanciarse. Una escultura que traslade distanciamiento no es más cálida que la masa de material de la que se ha extraído. Las esculturas de Roig son un punto de equilibrio entre nuestra mirada y los seres barrocos el Museo, que tampoco nos han resultado nunca más próximos a nosotros. No sé si del hombre que chupa el mundo brota el arlequín que todos llevamos dentro, pero sí nos deja muy claras nuestras ataduras. Haz y envés, como la vida.







domingo, 6 de octubre de 2013

Alonso Berruguete y el intruso profeta blanco


























¿Qué hace el hombre blanco de Bernardí Roig entre los profetas, patriarcas y apóstoles de Alonso Berruguete? ¿Se trata de un intruso o de un compañero de viaje? Tal vez esos elegidos fueron también en su día una especie de seres advenedizos para el común de los mortales. Y en ese sentido, ¿por qué los mitos y los personajes de leyenda antiguos no iban a aceptar a alguien de nuestro tiempo? Acaso Bernardí Roig y la directora del Museo María Bolaños lo tienen claro y adaptan con este acompañamiento la ancestral voz del hombre.

El grupo de los elegidos históricos bajados de sus hornacinas, ¿pierden acaso la autoridad y el magisterio que la teatralidad expresiva de su iglesia les había concedido al encargar el retablo? Vistas de cerca, las esculturas de Berruguete adquieren más expresividad y fuerza, puesto que se encuentran al alcance de nuestra mirada, mientras que en la enormidad de un altar se perdían. Allí se diluían para exaltar una historia inventada más o menos difusa. Cara a cara las esculturas con ecos de Miguel Ángel establecen diálogo con el visitante. Y la dimensión del pathos, gracias a la actual disposición museográfica, nos alcanza de plano, anunciando ya el camino de un barroquismo catequizador. Las estatuas de Berruguete pueden por sí mismas, de ahí que acojan al hombre blanco y se dejen inquietar por él.

El hombre blanco no es un mero contraste, en absoluto una blasfemia (allá quien en su dogmatismo lo vea así) Pero sí llega para llamar la atención por una parte sobre el propio valor de lo que supone acercar hoy el contenido de un museo a los visitantes. Y por otra para pergeñar una manera más humanizada y menos divinizante de la condición de los hombres. Es y no es uno más de la serie de personajes elegidos. No es él quien se ha colado. Es nuestro tiempo el que no perdona y se impone al pasado, y si se mira bien, esta y todas las demás estatuas del hombre del instante blanco, se advertirá que todos son hijos del Laocoonte.   





jueves, 3 de octubre de 2013

Bernardí Roig: el curioso









Le pillo allí, curioseando tras el escenario. No es un escenario teatral al uso sino un retablo desmontado en el Museo. Pero ¿qué es un retablo de altar sino un gran espacio donde se escenifica una obra en cualquiera de sus variantes? Me he acercado silencioso, la tarima no cede, él tampoco se gira, no se inmuta. Su creador dice de esta escultura que es una práctica de atención. La curiosidad es atención, también interés, probablemente seducción por el objeto de búsqueda. La luz ya le tiene abducido, podría decirse que se ha apropiado de su cabeza. Es ese instante blanco, esa caída diagonal de la luz que desmembra de alguna manera su cuerpo. Algo de él, la mente, está al otro lado mientras nosotros solo alcanzamos a ver la mole de su cuerpo en tensión. Rendido a los misterios que recaban su curiosidad.

* Esta es una de las obras de la intervención de Bernardí Roig en el Museo de Escultura de Valladolid, un proyecto titulado Instante blanco.